sábado, 10 de marzo de 2007

DE LA FRUSTRACION A LA GLORIA...

La reconstrucción de un automóvil reconoce diversos pasos que van desde el entusiasmo mas absoluto hasta la gloria definitiva pasando por periodos donde la frustración y la depresión se hacen dueñas de nuestra psiquis y nos provocan una profunda inestabilidad emocional. Los pasos que debe recorrer el “restaurador amateur” no guardan relación con el tiempo material.
El “chispazo” emocional nace en cualquier momento. Puede aparecer cuando la visión periférica vislumbra un auto parado en un barrio, a un modelo interesante sumergido en un desarmadero o, a lo mejor, cuando en una revista descubrimos que ese auto que aparece allí –reluciente, espléndido- es el que siempre quisimos tener.
Al auto hay que encontrarlo. Si proviene de un usuario común la cosa es mas simple pues ya partimos de algo que, por lo menos, funciona o esta “paradito” sobre sus cuatro ruedas. Si ese auto esta abandonado, la cosa se complica pues iniciamos nuestro calvario sin certezas. Si el auto de nuestros sueños esta flamante, tiene todos sus papeles en orden y solo hace falta poner lo que nos piden sobre la mesa, estas lineas no son para usted. Olvídese de estas reflexiones y pase a la próxima sección de la revista.
Una vez con el auto en nuestro poder se plantean los primeros inconvenientes: ¿a dónde lo llevo?, ¿cómo lo llevo?, ¿a quien se lo confió?. Y.... ¿cómo explico en casa que dentro de mucho tiempo la familia podrá disfrutar este despojo?. ¿Quién me a creer?.
Estas disyuntivas ya comienzan a provocar el “stress” del incipiente restaurador.
Pensemos que todo se soluciono y el auto ya esta en el taller de “alguien”. Eso si antes no paso por la puerta de la casa de uno ante las risotadas de los ordinarios del barrio que jamás podrán entender nuestro romanticismo a ultranza. Seguimos avanzando y un día el mecánico nos abaraja en una de nuestras visitas con un lapidario:
_ “Escucheme, jefe, lo estuve revisando y le faltan un montón de cosas.... . El motor esta destruido, la caja esta engranada y el diferencial no da mas. Vino el chapista y me dijo q hay q hacerlo todo a nuevo. Y estuve averiguando por ahí y no hay un solo repuesto de este auto. ¿Qué hacemos?. ¿Usted sabe lo que le va a costa esto?.
Este es el primer cachetazo de nuestra historia de restaurador. Lo primero que se nos ocurre pensar cuando salimos del taller es “¿cuánto será mucha plata para este tipo?”.
Ni lo sabemos ni nos animamos a preguntarle.
A los pocos días decidimos llevar a un amigo a que vea nuestro futuro clásico. Peor. “¿Vos sabes en que te metiste?” nos dice como queriéndonos ayudar el muy imbécil.
Nuestras noches comienzan a ser terribles. Soñamos “mal” como dicen los chicos. Nos imaginamos que el mecánico lo tira en la calle y se lo lleva un chatarrero.
Nos hacemos fuertes y vamos al taller, pedimos un presupuesto y le damos la orden de empezar. Nos vamos pensando en como acomodaremos nuestras finanzas a este impuesto que nos a cargado el entusiasmo.
El proceso continua y entre noticias buenas y noticias malas el tiempo pasa. Pero un día llega la noticia: “Jefe, la caja no tiene arreglo.... me va a tener q conseguir otra”.
Y nuestra reflexión: “¡Y de donde se cree este tipo que yo voy a sacar una caja!”.
Pensamos seriamente en abandonar todo. La frustración se transforma en depresión. Nos sentimos defraudados por el mecánico y pensamos: “Yo le lleve el auto para que me solucionara los problemas no para que me creara nuevos”.
Pasa el tiempo y la caja aparece. El trabajo sigue. Pero siempre falta algo.
Y un dia, el mecánico pone en marcha el motor. Meses después nos llama para decirnos que lo va a probar.
Estamos seguros que ya hemos pasado la etapa de la frustración e iniciamos el camino de la gloria. A medio armar nos imaginamos el futuro inmediato con el auto impecable.
Otro día, el auto esta listo y salimos con el mecánico pensando que el sábado es el día para ir al Club y mostrarlo. Pero no, la ultima frustración esta escondida a tres cuadras del taller. El auto se queda. El idóneo no habla y levanta el capót. “Sabe que pasa, jefe, el muchacho armo mal los carburadores”. El muchacho no existe, el culpable es el.
Bastante tiempo después nuestro sueño se hace realidad y podemos recorrer las estaciones de nuestra satisfacción personal: primero llevamos a los chicos, después a la “patrona” y por ultimo nos vamos al Club a mostrarle el producto terminado a los amigos, muchos de los cuales siguieron detalladamente el proceso del auto y el nuestro.
Pero todavía faltan las dos puñaladas finales. La de nuestra mujer “¿Cuánto vale “esto” ahora que esta bien?”. La primer estocada la esquivamos airosamente mintiéndole con el argumento clásico: “no se porque lo vamos a disfrutar y.... vas a ver los chicos cuando crezcan como lo van a cuidar”. Es un juego, ni ella ni nosotros lo creemos.
Bajada la familia tomamos rumbo al Club. Llegamos y nos rodean todos los amigos. La segunda puñalada, la mas “trapera” de la dos, surge del fondo del grupo, de un tipo que no tiene auto y pontifica todos los sábados sobre lo que es y no es original.
_ “Che, te diste cuenta que las llantas que le pusiste no son del ´62, vinieron recién en el de lujo del ´64..... Las vas a tener que cambiar.
El monstruo de la originalidad no sabe hasta cuando nos hundió el puñal. Tampoco le importa porque a los diez minutos esta criticando a otro consocio.
Pero en este punto ya nada nos importa. Alcanzamos la gloria definitiva. El mecánico, la caja, los comentarios del pintor y del chapista, la ironía de nuestra querida mujer, la indiferencia de los chicos y el comentario del “originalista” forman parte de la historia.
Ahora, la gloria es nuestra y de nuestro auto. De los dos solos y de algún buen amigo, que siempre hay, que nos banco el proceso psicológico.

por Jorge Augé Bacqué, Director Revista Autos de Época. Año 6 numero 25. Mayo-Junio 2002

No hay comentarios: